Como acostumbramos a decir, a la hora de elegir nuestro cepillo de dientes, lo importante es crear el hábito. Durante muchísimos siglos no existió el cepillo eléctrico y muchas personas gozaban de una buena salud bucal. Pero con su popularización, surge frecuentemente la duda sobre cuáles son las ventajas de éste frente al manual.
Posiblemente, la limpieza de las muelas sea más sencilla con el eléctrico, pues llegamos con mayor facilidad a la parte anterior de nuestra boca y accedemos al espacio entre los molares. Por así decirlo, envolvemos el diente. De esta forma, estamos logrando una mayor eficacia en la lucha contra la placa bacteriana. Sobre en todo en el caso de los niños, a quienes cuesta más el esfuerzo del cepillado, el eléctrico supone una ayuda notable. Normalmente, los cepillos eléctricos cuentan con diferentes cerdas, en diversas posiciones, lo que implica poder llegar a zonas más complicadas. Sin embargo, al tener el cabezal más grande, hay zonas estrechas a las que este cepillo no llega, por lo que hay que poner especial foco en ellas con el hilo dental o cepillos interdentales.
Pero el cepillo eléctrico no lo es todo. Sin la adquisición de hábitos adecuados, podemos incurrir en los mismos riesgos que con cualquier otro cepillo dental manual. La higiene del propio cepillo es tan relevante como la de la propia boca. Asegúrate de que no queden restos de pasta una vez finalizado tu cepillado y trata de que quede bien seco. De lo contrario estarás creando el escenario perfecto para los microorganismos. Otro factor a tener en cuenta es, por supuesto, el reemplazamiento: asegúrate de que las cerdas del cepillo están en buen estado y cuando pierdan su color, normalmente azul, sustituye el cabezal.
