Con frecuencia nos centramos en la importancia de la higiene bucal, obviando la importancia de la higiene de la propia herramienta que usamos para ello. ¿Te aseguras de que tu cepillo de dientes está limpio?
El propio cepillo de dientes puede ser el factor que empeore tu higiene bucal, pues en ocasiones el foco de gérmenes o bacterias está en él. Al estar en el baño, el cepillo dental está expuesto a microorganismos intestinales. De ahí la relación entre la higiene de las manos y el posterior cepillado de los dientes. Si nos despistamos de lavarnos las manos, estaremos poniendo en riesgo la higiene bucal. Por otro lado, el lugar y la forma en que lo guardamos es de gran importancia. Trata de no acumular cepillos en el mismo recipiente. Ello favorece la humedad y ésta, la presencia de microorganismos.
Es necesario evitar que en el cepillo queden restos de comida o de la propia pasta de dientes. Y por supuesto, deja de usar el cepillo a los tres o cuatro meses de uso. ¡Remplázalo por uno nuevo! Garantiza que el cepillo queda seco tras lavarte la boca. Si ya de por sí el ambiente del baño suele ser húmedo, más si cabe cuando lo dejamos mojado una vez acabamos el cepillado. Por eso no es del todo recomendable que tenga cubierta. Al menos no mientras esté en el cuarto de baño. Si te vas de viaje, la cosa cambia.
No parece haber evidencias científicas que demuestren que los desinfectantes sean mejores que el propio agua para mantener tu cepillo limpio. Lo importante, y en ello hago hincapié, es tu hábito. Trabaja sobre él.